Saramago nos ofrece en este libro una colección de cuentos que prenden irrevocablemente en la memoria del lector. En Silla, una carcoma va royendo el asiento de Salazar hasta que cae la dictadura...
Me gustaron sólo dos cuentos. Los demás me resultaron agobiantes. La calidad de Saramago es indiscutible, pero en un momento sentí que lo estaba leyendo por obligación, y así no me sirve.
Soy seguidora de Saramago. Con éste libro no pude encontrarme. Por momentos me resultó muy distópico, me llevó a 1984. Estados totalitarios, deshumanización. Ejercí uno de los derechos del lector, lo abandoné! Es simplemente una opinión, puede haber experiencias lectoras muy diveesas
Después de haber leído sus novelas, este libro pareciera ser de otro autor, pero debemos tener en cuenta la época en que fue escrito. Claro, la genialidad está presente; tuve gratas sorpresas en Centauro, la emoción en Cosas, la expectativa en Silla y así, cada quien debe experimentar cada uno.
Este pequeño libro de relatos fue de las primeras obras de Saramago, publicado en 1978 leerlo después de sus novelas me permitió vislumbrar indicios de personajes y paisajes de sus obras posteriores; mi favorito es la "silla" por supuesto, relato que habla de la caída de un dictador.😆 Se encuentra constante el tema de la muerte, la mayor de nuestras posibilidades.
No teníamos otro remedio, puesto que las cosas éramos nosotros. No volverán los hombres a ser puestos en el lugar de las cosas."
"Podía mover libremente los brazos y las piernas, flexionar ligeramente el tronco de acuerdo con las maniobras, [...] inclinarse hacia la guantera, pero la espalda se adhería al respaldo del asiento. No rígidamente, sino como un miembro se adhiere al cuerpo."
Dos veces habló bajito cuando el asiento le sujetó, dos veces intentó convencer al automóvil para que le dejase salir por las buenas, dos veces en el descampado nocturno y helado, donde la lluvia no paraba, explotó en gritos, en aullidos, en lágrimas, en ciega desesperación."
Desesperado. Estaba preso en el coche. Por más que girase el cuerpo hacia fuera, hacia la abertura de la puerta por donde la lluvia entraba empujada por ráfagas súbitas y frías [...] no conseguía arrancarse del asiento."