La segunda entrega de El laberinto mágico , título general del enorme fresco que nos legó Max Aub sobre la guerra civil y sus secuelas, nos sitúa en pleno conflicto bélico, en zona republicana y en la ciudad de Valencia. Este punto de vista es uno de los grandes aciertos del autor, que prescinde de todo temor a la parcialidad, para hablar de lo que ha vivido y conoce tan bien. Como en toda su bora, el material que más interesa a Max Aub es el ser humano, la persona anónima o pública. Con ello, el panorama bélico cede su lugar al mundo cotidiano, y la novela nos ofrece una aproximación a la contienda mucho más real que cualquier otro género de descripción.