En el otoño de 1411 Benedicto XIII, dando fin a su etapa itinerante, se asentaba definitivamente en Peñíscola. Su castillo, antes Templario, ahora de Montesa, ofrecía la seguridad de las Órdenes Militares, mientras la situación geográfica de la villa hacía siempre posible la ruta marítima a Roma.