<;strong:GT;Eurípides lt;/strong:gt;(c. 480-406 a.C.) vivió en la época del mayor esplendor político y económico de Atenas, asistió a la construcción del Partenón y los más hermosos monumentos de la Acrópolis, y compartió con sincero patriotismo el orgullo de los ideales democráticos. De su vida tenemos datos poco fiables. Se nos han conservado dieciocho tragedias, casi todas ellas pertenecientes a la plena madurez del autor. En lt;em:gt;Bacantes lt;/em:gt;(representada el 405 a.C.) el reylt;br /:gt;tebano Penteo, emblema del poder del estado y lo racional, de lo más próximo y asible y directamente comprensible, se ve castigado por su oposición al culto dionisíaco y a las fuerzas vitales e irracionales que éste representa. Penteo se enfrenta con el dios y es destrozado por las Ménades, cuyo ejército preside su propia madre Agave con sus hermanas.lt;br /:gt;«lt;strong:gt;Eurípides lt;/strong:gt;fue el dramaturgo decisivo para el teatro posterior, tanto en el griego como en el romano. lt;strong:gt;Séneca lt;/strong:gt;se inspiró en él constantemente, y luego su huella ha resurgido en cualquier intento de teatro neoclásico, en Racine, por ejemplo. Muchos han visto en él no sólo al trágico más moderno, humano y realista, sino al más trágico de los trágicos». lt;strong:gt;CARLOS GARCÍA GUALlt;/strong:gt;
No sé porqué me ha quedado tan fresca en la memoria la cruda religiosidad de una de las últimas obras de este tragediógrafo. No solo el lirismo tan elevado de sus coros y la conciencia moral que mana de ellos, sino el desarrollo de la historia que no va más allá del marco de la religiosidad griega; tan natural, tan fuerte y directa que jamás encontrará paralelismos con la religión judeocristiana. De un contacto con lo más rústico del ser humano,