La publicación, por vez primera traducida directamente del checo en su versión íntegra es un homenaje a la literatura del absurdo, y salda una deuda que el mundo editorial había contraído con el lector español, que tendrá por fin ocasión de disfrutar con uno de los tipos más memorables de las letras de todas las épocas.
- ¿Qué le parece Svejk, cuánto tiempo cree que durará aún la guerra? - Quince años - respondió Svejk -. Es lógico porque ya ha habido una guerra de treinta años y ahora somos la mitad de listos que entonces,...
- ¡Pero yo tengo una granja! - Que se vaya a la mierda - le aconsejó Svejk - es mejor caer por Su Majestad el emperador. ¿Es que no te lo han enseñado en el ejército?
Entonces, como de costumbre, se oyó tres veces el habitual ¡Viva! y los soldados regresaron a sus vagones un poco perplejos. En lugar de ciento cincuenta gramos de queso de Gruyere se veían metidos en la guerra contra Italia.
A veces no tenía más remedio que participar en la fiesta, sobre todo cuando después de una de las misas solemnes el general organizaba una comilona aún más solemne a expensas de la caja de la guarnición. Entonces los de contabilidad lo arreglaban todo para que no se notara.
Los antropófagos de las islas de Guinea y de Polinesia, antes de devorar ceremoniosamente a sus prisioneros o a las personas inútiles como los misioneros o los representantes comerciales, los ofrecen a sus dioses mientras ejecutan los más variados rituales litúrgicos.
Todos los jefes del ejército se esfuerzan por inculcar de esta manera el amor a la patria, utilizando efectos especiales como por ejemplo gritarle a los reclutas, bailar a su alrededor, aullar belicamente como los salvajes cuando se preparan para despellejar a un antílope...