El libro, como el arado, constituye un instrumento excepcional no solo para desentrañar las marañas culturales que enredan modelos, exigencias, garantías y simbolismos, sino también para entrañarlos. Como cualquier artefacto cultural y con mayor densidad que la mayoría de ellos, el libro no solo ha existido como hilo de Ariadna sino, en la misma medida, como planos del laberinto y preñador expreso de minotauros. Los libros que aparecen en este estudio, disponen, además, de otra característica común: el pertenecer a un estrato indispensable para comprender la cultura moderna, a saber, su inmersión en el imaginario religioso. Escribir sobre las relaciones intrincadas entre religiosidad,libro, escrito y lectura en el mundo moderno es, al mismo tiempo, hacerlo sobre una obviedad y un retorcido desafío.