ARANMANOTH

Matute diosa de la cadencia. Su aterciopelado ritmo te acoge, sus letras te abrigan y cuando el más plácido sueño de la belleza de su prosa te abraza, no tiene piedad, te asesina. Caíste en su trampa. Mantis religiosa. Por horrendo que sea su traje: la muerte dulce, que regenera, que limpia, y que siempre deja la viva imagen de la esperanza reflejada en alguna parte. Aranmanoth bien podria ser una fabula traída de los confines de los tiempos de boca en boca; sin embargo tiene un espacio definido, la edad media. Conjugación perfecta de ficción histórica y fantasía, maridaje de cantidades precisas, la justa medida, para acompañar a la historia, verdadera protagonista. Un padre, abnegado servidor del conde, un hijo fruto de la fantasía, manantial de la metáfora y guardián de una niña de nueve años pendiente de alcanzar la edad de su desfloración...su madrastra. Y en ese cruce de caminos la autora dibuja la bondad y la mezquindad del ser humano, en todo su esplendor, como un río de calmado caudal, pero que no se detiene. En el centro, el amor, la amistad, la fidelidad y los sueños, irremediablemente, en las orillas, la maleza, que nace en silencio y se ramifica en crueldad, envidia, ambición que pudre todo lo que toca. Y en las veredas, la naturaleza, sus bosques, el nacimiento de la vida que el hombre corrompe. La madre tierra y sus parcelas, esas que siempre añoramos cuando el destino nos aleja. Historia de varias búsquedas, batalla de luces y sombras donde dejarte arrastrar por su magia es tu victoria. Va siendo hora de reivindicar a una autora que se nos pierde, que no escribió El Quijote, ni falta que le hizo.

Clara como una lámpara, simple como un anillo, al decir de Neruda, es la prosa de Matute en este Aranmanoth que mezcla mundos diversos. Si fueran melodías, las palabras se deslizarían con la armonía de un vals. Y nos tendría capturados con esa cadencia suave y fácil de su narración, hasta que al final nos despierta y nos sacude con un desenlace que nos aprieta el corazón. Hace rato que quería leer algo de la señora Matute, una escritora que sabía tenía sus pergaminos, pero no se me había atravesado nada de ella. Hasta que en una escondida librería de Santiago, un lugar predilecto de cacería de este servidor, hace poco y en la primera venta de bodega de libros usados que permitió la pandemia, encontré este libro en tapa dura, como nuevo y me lo traje a vivir conmigo. Aranmanoth, cuyo nombre significa Mes de las espigas por el mes en que nació, es hijo de un noble y de una joven hada transgresora. Su padre, servidor del conde que es dueño de todo por esos lares y en tiempos que parece son medievales, se ve obligado a comprometerse por conveniencia de su señor con Windumanoth, una hermosa niña de nueve años que viene del Sur. Y cuando parte a la guerra, la deja a cargo de Aranmanoth, su hijo de once años, para que la cuide y la proteja hasta su regreso. Esta novela corta es como una fábula sobre la lucha por los deseos y los sueños, que para lograr alcanzarlos hay que saber dónde y cómo buscarlos. Y también nos indica que si transgredimos las reglas hay que asumir las consecuencias. Aranmanoth nos mira desde su condición especial de hijo de hada y nos dice “la parte humana de mi naturaleza es tan hermosa como horrible”. Por qué dice esto, es lo que encontramos en estas páginas. Nuestra naturaleza al desnudo. No sé si será la mejor forma de empezar a leer a Ana María, pero tengo clara una cosa: tengo que leer más de ella.

Novela corta o cuento largo, como desee cada lector, de una de mis lectoras favoritas de mi infancia, ambientada en la Edad Media, en una época en la que las guerras se llevaban todo por medio (¿Cuándo no ha sido así?) amigos, familia, amor y por supuesto, vidas. La narración es sorprendente, con un lenguaje maravilloso y una ambientación magnífica, con una elegancia propia de la poesía. Es todo un viaje lleno de sensaciones que no solamente se lee, he llegado a sentir el aire de los bosques, el frescor de agua y el dolor de los personajes en su búsqueda. Tiene una lectura muy ágil. Un libro en el que merece la pena dejarse llevar por las emociones, muy aconsejable.

ARANMANOTH (2000) - Ana María Matute No soy nada de relatos fantásticos, reconozco que me tiran para atrás, sin embargo, tenía ganas de abordar a Ana María Matute y éste era el único libro a mi alcance. Os diré que me gusta la técnica narrativa, el tempo, y ese suave acariciar las palabras de la autora para decirnos todo sin que las palabras hablen. Esto así, en la superficie del lago, como suaves olas. Pero luego hay mucho más, sólo es necesario arañar la superficie, donde esta alegoría del bien y el mal, de realidad y cuento se funde para crear una leyenda de un lugar imaginario que pudiera aparecer en cualquier rincón de este país. Me ha gustado y me encantaba oír hablar a Matute en las entrevistas, ahora tengo claro que lo que me transmitía en ellas es la esencia de su obra. Lo tengo claro, repetiré autora.