¡Imágenes! ¡Imágenes! ¡Imágenes! Muy a menudo, antes de averiguarlo, me he preguntado de dónde vendrían la multitud de escenas animadas que poblaban en tropel mis ensueños; porque en la vida real no había visto nunca nada semejante a las imágenes de mis sueños. Esas imágenes torturaron mi infancia, convirtiendo mis noches en procesión de pesadillas; ellas me convencieron, poco después, de que yo era diferente de mis semejantes, criatura innatural y maldita.