La poesía de Claudio Rodríguez es un milagro del equilibrio: halla su mejor decir a medio camino entre lo lírico y lo narrativo; sabe sostenerse sobre la delgada línea que separa lo racional de lo irracional; participa del aliento más alto y se nos manifiesta terrestre, casi campesina; hace canto de lo coloquial y lleva la voz de los clásicos hasta su propio instrumento para reinventarla.