David Levy, el padre de Zacarías, delegaba la gestión de sus empresas en una legión de consejeros y abogados, dedicando su tiempo a La Voz, el primer diario nacional. Había entrado a trabajar en él con doce años, hoy era su propietario y director. El señor Levy tenía un recto sentido de la justicia y se esmeraba, a pesar de ciertos políticos, en desmadejar una red de corruptelas y abusos de poder que de unos años a esta parte estaba sacudiendo las instituciones democráticas y atufando a sus dirigentes.