Siendo niño, Richard Bach se prometió retroceder en el tiempo para enseñarse lo que había aprendido de la vida. Sin embargo, su promesa cayó en el olvido hasta que, volando en su ala delta, se reencuentra con Dickie, el niño de nueve años que él había sido y que espera el cumplimiento de lo prometido. En esa tierna aventura de la mente y el corazón, Richard decide mostrar a Dickie qué es importante, pero descubre que nada coincide con lo que él había previsto.
Una linda historia de reflexión sobre nosotros mismos, lo que somos, lo que fuimos y quisimos ser. Lo que nos contenta y nos molesta de nuestro propio accionar. El autor te lleva por estos caminos de la vida real a partir del relato de un piloto de avión que se reencuentra con su niñez y a través de su historia vas palpitando las decisiones propias. A medida que adentrás en la trama vas haciendo un replanteo de tu vida diaria. Concuerdo con que la vida misma es un arriesgar constante sin miedo a perder nada, que somos nosotros los artistas de que le dan el color a nuestra propia existencia.
No mides tu vida contando los calendarios que has visto, sino por lo que aprendes. Si tienes que sufrir un trauma, es mejor que sea por el im pacto de descubrir el principio fundamental del universo y no por alguna fecha previsible como julio próximo.