Este libro es una sentencia formulada desde el final, con el recorrido ya hecho. Hegel nos reveló con la metáfora del búho de Minerva que la historia, cualquier historia, también la íntima historia del proceso de pensamiento individual, sólo se nos revela al anochecer. A diferencia de los dioses, los hombres tenemos esa suerte, pues en esa carencia reside la posibilidad misma de la historia y d ela vida humana. Ser Dios debe ser insoportable; tal vez por eso los hombres, después de haber creado su esencia, los desfiguran en representaciones antropomórficas, para que resulten envidiables. No podía partir de la pérdida definitiva del ciudadano, de su desaparición con el mundo en que surgió como ideal posible y realizable; no podía partir de esa verdad, aunque estuviera presente como sospecha. Sólo al final -y un final siempre provisional- toma sentido esta sentencia. Porque, bien mirado, en los trabajos recogidos en este volumen, incluso en los más reivindicativos, siempre está presente la pérdida de ese ideal de ciudadanía sobre el que pivotaba la sociedad burguesa. Nuestros tiempos no son tiempos de ciudadanos; el ideal republicano quedó en las cunetas de la historia. El capitalismo de consumo no necesita, no soporta, individuos - ciudadanos, sólo necesita y fomenta individuos consumidores.