Es como sentarse ante un exquisito plato, cocinado con los ingredientes aromáticos, sabrosos, prometedores de una inigualable palatabilidad, un plato cuya presentación es inmejorable, insuperable y de repente, en el primer bocado muestra toda su textura arenosa (en este caso la arena no es metafórica). El lenguaje árido, seco, farragoso hace su lectura insoportable, incomprensible -en este caso entono el mea culpa-. Línea tras línea, párrafo tras párrafo vas avanzando dificultosamente, tratando de recuperar esa inspiración y concentración que pugna por huir de tu mente mientras deslizas dificultosamente tu vista sobre las páginas ininteligibles y tediosas. No, definitivamente no he sabido sacar ningún provecho de esta lectura y lo lamento profundamente. Su prometedora perspectiva se ha volatilizado como por arte de magia negra.